La navidad que se canceló

Viene, o ya está aquí, una navidad jodida. Ha sido un año jodido y su navidad no iba a ser distinta, ya nos lo podríamos haber esperado en Septiembre, pero el caso es que ya está aquí. Una navidad sin familia, sin amigos o con muy poco de ambos, una navidad más solitaria que nunca. Y una navidad solitaria en un momento anímico general terrible para todos. Después de meses de restricciones, de muertos, de mirar con ansia el desarrollo de una vacuna que parecía que no llegaba, de subidas y bajadas en los contagios, de la sensación de que volvíamos al principio, de ver como la segunda ola ha sido más terrible aún que la primera en prácticamente todo el mundo, de cada vez más cansancio y tonterías, de ver como la vida normal no vuelve, y de mil cosas más. Después de todo eso nos encontramos con que por navidad nada cambia. Si, podemos seguir con tradiciones como el sorteo de la lotería, las comidas excesivas, el alcohol e incluso los villancicos, pero no podemos seguir haciéndolo más de diez, no podemos seguir haciéndolo después de la una de la mañana y no podemos hacerlo sin dejar de sentir que igual no es tan buena idea como parece. 
Porque estar solo, o casi, cuando estás acostumbrado a estar acompañado es muy complicado. Es normal estar perdido, sentir que falta algo importante. Y en general da igual la parte religiosa, si la sientes o no, porque aunque todo venga de ahí, está claro que la navidad dejó hace ya tiempo de necesitar lo religioso para convertirse en una fiesta para cualquiera (en países de cultura cristiana, claro). Al final es una fiesta del grupo, de la familia, de los amigos y de la unión. Y pasarla sin poder unirse la quita la mayor parte de su gracia. Porque sí, también es la fiesta de regalarse cosas por excelencia, pero tras eso se esconde la celebración de la existencia de otras personas y de que estén en nuestra vida en general. Y sin abrazos, sin juntarse muchos, sin ver a los que viven lejos y sin otro montón de cosas, la navidad no es navidad. Y aunque todos intentemos mantener la fachada de la navidad, lo cierto es que este año la navidad está cancelada. No existe. Es mentira. 
Ya hay muchas fotos de stock de este estilo: todo igual pero con mascarilla

Políticos, empresas y muchas personas dirán que no, que la navidad sigue estando, que solo hay que cambiar algunas cosas, pero es que las cosas que hay que cambiar son las que convierten a la navidad en lo que es y sin ellas pues ya no es navidad, es celebración con cosas. Y cuando alguien te quiere vender algo que claramente no es (o que está tan distorsionado que apenas se parece a la realidad) suele ser por algo. Políticamente está bastante claro: transmitir un mensaje de seguridad, normalidad y confianza. Calmar unos ánimos bastante ardientes por toda la situación y si puede ser llevarse unos pocos votos más para las siguientes elecciones. A nivel individual no tengo muy claro cuál es el motivo, me inclino principalmente por negación (de todo lo que está pasando) o por simple revanchismo (ya que hemos pasado todo pues en navidad vamos a estar bien), pero cada persona es un mundo y yo no soy un astronauta para ir sabiendo qué piensa cada uno. Lo que me preocupa más es lo que quieren venderte las empresas, que es, como siempre, todo lo que puedan. Y no van a parar de intentar vender por una simple pandemia global. De hecho, es probable que lo intenten aún con más insistencia. 
Está claro que el mercado global se ha llevado una tremenda hostia con todo esto. Resulta que nuestra gran economía no es capaz de reducir un poco el ritmo ni siquiera con millones de muertos a nivel global y cuando para por pura necesidad todo se viene abajo. En la economía de la producción continua hace falta un consumo continuo para dar salida a todo lo que se produce y en el momento en que la cadena se ralentiza, se atasca con todo lo que viene detrás. Seguir vendiendo es una necesidad del propio sistema, que ha estado cerca de derrumbarse sobre sí mismo y que va a sentir las consecuencias de este año durante un tiempo. Y en esta situación, es normal y necesario (para ellas) que las empresas intenten vender usando los trucos más rastreros disponibles. Y si no he visto cien anuncios de productos que los ponen como sustitutos a verse en persona, no he visto ninguno. Y tampoco es una novedad que la publicidad es una basura que ataca a las emociones directamente, pero en este momento en que todo el mundo está extremadamente vulnerable, es especialmente eficaz. Y hay que dejarlo claro: el consumismo no equivale al amor. 
Por muy bueno que esté el turrón, ni se acerca a sustituir lo que intenta sustituir

Regalar algo para reemplazar los abrazos, las conversaciones y la compañía no hace más que hundirnos a todos en la soledad. No compres nada que no hubieras comprado otros años y de ser posible, compra menos. Ningún regalo es importante en sí mismo (excepto quizás para los niños, pero eso es otro tema), sino por lo que representa. Pasarse un par de horas intentando conseguir hacer una videollamada con alguien que no maneja demasiado bien el asunto es mucho mejor que enviarle cualquier cosa por amazon. Pasarse a visitar y dejar un tupper de comida casera en el ascensor y hablar un poco por el telefonillo es mejor que dejar una caja enorme envuelta en papel de charol rojo. Demostrar que pese a que la navidad está cancelada aun uno se acuerda y se preocupa por los suyos es la parte en la que deberíamos centrarnos y no en las compras. Porque aunque no lo parezca, la navidad no es comprar cosas para regalar, la navidad es juntarse y compartir, y si no podemos hacer eso, habrá que hacer lo que más se le parezca.