Contra la libertad II: ultraliberales

En la primera parte me dediqué a intentar desmontar el concepto de libertad que esgrimen lo que yo mismo llamé la ultraderecha populista, y hoy, continuando esa serie, voy a intentar hacer algo parecido con el uso del concepto que tienen los ultraliberales. 
Y bien, empezando por el principio, ¿qué son los ultraliberales? Esto es bastante complicado de definir, porque al contrario que en el caso anterior, no hay una cabeza dominante que nos sirva de ejemplo, hay muchas corrientes distintas enfrentadas entre sí dentro del mismo grupo y además los términos que se usan para hablar de ellos se mezclan con términos anglosajones y lo hace todo mucho más complicado. Resumiendo mal y pronto (como hago en todo), los ultraliberales son esos grupos de gente cuyas ideas descienden del liberalismo clásico (o directamente son las mismas) y que defienden a ultranza el capitalismo y la menor (o a veces literalmente ninguna) intervención del estado en la economía, argumentando que el mercado se regula solo y es capaz de arreglar sus propios problemas. Este conjunto de ideas parte de pensadores como Adam Smith, John Locke, Stuart Mill, Fréderic Bastiat y en tiempos más recientes se ha modernizado con aportaciones de otros, como Ayn Rand, Von Misses, Hayek, Friedman o Nozik. Políticamente se ha desarrollado en las democracias liberales en personajes de la talla de Tatcher o Reagan (que algunas de estas corrientes admiran y otras tachan de blandos) y también en algunos regímenes autoritarios y dictatoriales como la Italia fascista o el Chile de Pinochet (que de nuevo algunos defienden y otros consideran un ejemplo del Estado coartando libertades). Es, en general, complicado definir este grupo y probablemente lo que diga para una parte del mismo no servirá para otra parte, pero intentaré referirme sobre todo a las cosas que tienen en común y que consideran los pilares de su ideología. 
Juan Ramón Rallo, director del Observatorio de Coyuntura E… | Flickr
Juan Ramón Rallo, quizá la cara más visible de estas ideas en España actualmente
¿Y cuál son esos pilares? Fundamentalmente la defensa de los tres derechos (que ellos consideran) inalienables: derecho a la vida, derecho a la libertad y derecho a la propiedad privada. La definición liberal de propiedad privada es absoluta, todo aquello que sea un objeto y que alguien reclame como suyo es propiedad privada, independientemente de lo que sea y para lo que sirva. Estos tres derechos se consideran sagrados (algunas corrientes añaden alguno otro, pero básicamente todas comparten esto) y por tanto susceptibles de ser defendidos por cualquier medio y en cualquier circunstancia. De esta defensa de los “derechos sagrados” es de donde parten para la utilización del concepto libertad (que se incluye en los propios derechos, haciendo todo aún más complejo). La libertad es todo aquel rango de acción en el que ni tus derechos sagrados ni los de ningún otro se ven transgredidos, además de cualquier otro tipo de acto para defender tus propios derechos (incluso si eso transgrede los de otra persona). Y en general, asumiendo que los derechos sagrados son tales, es algo que tiene todo el sentido del mundo, o al menos así me parece. Pero claro, eso suponiendo que esos tres derechos tienen siquiera sentido. Vamos a analizarlos uno por uno: 
Liberalismo

Derecho a la vida: Este engloba tanto el derecho a seguir viviendo como (en muchos casos) el derecho a la integridad física. Para ello invocan el Principio de No Agresión (PNA en castellano y NAP en inglés), propuesto Stuart Mill y que dice que exceptuando en caso de defensa propia (de la propia integridad o los otros derechos), no se debe agredir físicamente a nadie jamás y que cualquier agresión física o intento de la misma debe ser detenida por todos los medios posibles. Este principio está fuertemente arraigado en la mentalidad estadounidense (país que se fundó basándose en las ideas liberales). 
En general, ningún problema con esta idea. Pero, hecha la ley hecha la trampa, y el truco aquí está en qué se considera agresión física. Porque este principio y los ultraliberales en general no consideran agresión física un accidente laboral por condiciones terribles, por ejemplo. O morirte de hambre si no pasas por el aro con las condiciones laborales que te ofrecen. Así, uno observaría el derecho a la vida y el NAP mientras se lucra metiendo a cientos de hombre hacinados a una mina sin equipos de protección y apenas sin comer. Por ejemplo. O cuando haces que niños de países pobres trabajen cosiendo ropa para vender en países ricos. El derecho a la vida es, en realidad, el derecho a que nadie te mate por la calle. Nada más. 
Derecho a la libertad: Este derecho defiende que cualquiera puede hacer lo que desee mientras se respeten los otros derechos sagrados. Como es a la vez un derecho y el propio concepto de libertad, es complicado trazar una línea que lo separe. 
Esta defensa de la libertad es, en esencia, algo con lo que cualquiera podría estar de acuerdo: mientras no molestes, haz lo que quieras. Pero, de nuevo, hecha la ley, hecha la trampa, y es que esta concepción de libertad se deduce directamente de la consideración liberal de sociedad como un conjunto de individuos aislados que se relacionan, sin tener en cuenta que existen muchos factores que contribuyen a que las cosas no se hagan libremente aunque lo parezca. Porque se puede argumentar (y lo hacen) que trabajar en condiciones de miseria, prostituirse o endeudarse por generaciones porque te hace falta una operación son cosas que libremente se pueden elegir. Y sí, es cierto que existe la posibilidad de dejarse morir en vez de hacer cualquiera de esas cosas, pero la realidad es que a la gran mayoría de la gente le parece que trabajar hasta agotarse para poder comer es el mal menor comparado con, literalmente, morir de hambre. Y si eso no es suficiente para que esta idea de libertad absoluta se caiga a pedazos, se puede argumentar que por la propia forma en la que funcionan las relaciones sociales y por el hecho de que los humanos somos seres que necesitan casi dos décadas para estar más o menos bien formados, esta defensa de la libertad acoge por ejemplo a un padre pederasta que “convence” a su hija para que haga lo que quiera (la relación padre-hijo es muy desigual en términos de poder). O el hombre pobre que “libremente” vende su riñón a un rico para que su familia pueda comer. Y así otros muchos ejemplos. El resumen es que este concepto de libertad es bastante absurdo. 
Derecho a la propiedad privada: Este derecho defiende que la propiedad es sagrada e inviolable en toda circunstancia. Y es el que más intentan poner en funcionamiento. 
Casualmente las teorías liberales consideran que transgredir el derecho a la vida o incluso la libertad (muchas consideran que es Estado debería existir sólo en su ámbito policial, militar y carcelario) en defensa del derecho a la propiedad privada es algo totalmente legítimo, pero nunca al contrario. Intentan hacer creer que los tres derechos son igual de importantes, pero lo cierto es que consideran que la propiedad privada está por encima de cualquier cosa. Así, la libertad (y la vida) acaban en el paredón de la propiedad privada, considerando, por ejemplo, una trasgresión más grave el hecho de que alguien que necesita un medicamento que no puede permitirse lo robe a una empresa multimillonaria que almacena cientos de miles de dosis y las vende a un precio elevado que el propio hecho de almacenar cientos de miles de dosis y venderlas a un precio elevado para sacar unos pocos euros más dejando morir a personas. 
Para acabar el artículo, remarcar que hay muchas corrientes dentro de estas teorías “ultraliberales” y que aquí solo he querido dar unas pinceladas sobre las cosas que en general comparten. Como he intentado demostrar, el concepto de libertad que esgrimen, aunque más definido que el de la ultraderecha populista es, en esencia, una mentira con palabras dulces para que quien lo oiga se lo trague, pero que en realidad esconde una libertad muy restringida a la cantidad de dinero y la suerte que tengas en la vida.