¿Qué podemos aprender del Señor Cayo?

En este blog se ha hablado varias veces de política, de partidos políticos, de elecciones y de por qué votar o no votar. Y efectivamente, hace falta volver a hablar de ello. ¿Recordáis Abril? En ese momento teníamos en el punto de mira no una ni dos ni tres, sino tres elecciones distintas: generales, autonómicas (y locales) y europeas. Todos los partidos políticos hablaban de la responsabilidad de los votantes de expresarse en las urnas, todos los activistas de redes sociales comenzaron con su cantinela de votar para parar al fascismo, porque Vox daba mucho miedo después de sus resultados en las elecciones andaluzas, parecía que el PSOE después de la moción de censura que consiguieron estaba preparado para arrasar… Que buenos tiempos eran, ¿verdad? Pues de eso hace escaso medio año y todavía estamos a vueltas con lo mismo. Volvemos a tener elecciones el 10 de Noviembre, y ya lo siento por todos a los que os ha tocado mesa.

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Pedro Sánchez en la rueda de prensa que confirmaba las elecciones del 10-N

Pedro Sánchez se ha mantenido en sus trece, reculando varias veces hacia atrás, todo para intentar conseguir un gobierno sin condiciones o una repetición electoral que probablemente le beneficie en detrimento de UP, sobre todo después de la irrupción en escena de Más País. Pablo Casado se relame viendo cómo, sin hacer absolutamente nada (al estilo Rajoy), las circunstancias vuelven a darle una gran ventaja en la derecha, que parece que huye del fraccionamiento y vuelve a los siempre abiertos brazos del PP. A Albert Rivera y a Santiago Abascal esto les tiene que hacer poca o ninguna gracia, viendo cómo sus mejores perspectivas son las de mantenerse como están y cómo las peores dan un descalabro considerable, especialmente al partido naranja. Y mientras tanto, Franco ha salido en brazos de su familia de su mausoleo construido con trabajo esclavo y hacia otro, mucho mejor del que se merece y la situación en Cataluña se está desmadrando tras la sentencia del prusés, con el gobierno español y el catalán intentando por todos los medios dar la sensación de que hacen algo y de que son útiles pero sin hacer demasiado para que no les pase factura electoralmente. Y la rueda de la política-espectáculo sigue y sigue girando.

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Quim Torra, quien con una cara apoya a los manifestantes en Cataluña y con otra envía a los Mossos a reprimirlos

Estos días me he acordado bastante de una novela muy especial, El Disputado Voto del Señor Cayo, del grandísimo Delibes. Es lógico, el argumento de la novela gira alrededor de unas elecciones y la búsqueda de votos, pero no es sólo por eso por lo que me he acordado. Un poco de contexto. Durante las elecciones de 1977, el representante del PSOE al congreso por Burgos se va de gira por algunos pueblos minúsculos de la provincia para buscar votos. Llega al pueblo del señor Cayo, un pueblo de tres habitantes: el Señor Cayo, un hombre de la Castilla profunda prototípico, anciano y autosostenido, que hace las veces de alcalde del pueblo; su mujer, que es muda; y un vecino con el que el Señor Cayo no habla porque se pelearon hace años. En este contexto, el candidato y sus dos acompañantes recorren el pueblo intentando por todos los medios convencer al Señor Cayo de que les vote. Pero la lección que debemos recordar ocurre hacia el final de la novela, cuando el candidato vuelve a la sede de su partido, y tras una pequeña crisis existencial tiene una epifanía. ¿Cómo se atreve él a pedirle el voto al Señor Cayo? ¿Cómo va cualquier político a pedirle el voto a un hombre que es capaz de mantenerse simplemente de la tierra y la naturaleza, sin necesidad de nada más? Si el mundo sufre un apocalipsis, el Señor Cayo podría sobrevivir perfectamente sin el político, pero el político debería ir corriendo a buscar al señor Cayo para que lo ayudara a no morir de hambre. Con esto Delibes quiere poner en valor el trabajo manual, la producción directa desde la tierra, pero también quiere dejar claro que la política solo vale para mantener la política. Delibes, que siempre desconfió de los partidos políticos nos da una clave que debemos recordar: hacernos lo suficientemente parecidos al Señor Cayo para no necesitar a los políticos. 
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Fotograma de la película El Disputado Voto del Señor Cayo, basado en la novela

Ya he hablado en este blog de por qué los partidos políticos no son más que un invento para fagocitar cualquier tipo de democracia a través de la representación electoral, basándome en las ideas de Simonne Weil. El Señor Cayo nunca se ha planteado la necesidad de partidos políticos, porque ha organizado efectivamente su vida sin necesidad de ninguno de ellos, gestionando en persona sus necesidades y recursos y alcanzando una autosuficiencia envidiable. A lo largo y ancho del mundo hay cientos, miles de Señores (y Señoras) Cayo actualmente, gestionándose de forma directa y creando comunidades alejadas de la necesidad de partidos políticos, participando de forma directa en la toma de decisiones y no dejando que sean otros los que gestionen sus propios recursos. Esto, evidentemente, no les hace gracia a los partidos políticos en el poder, que ven su propia utilidad ilusoria destrozada y ven cómo se plantea una alternativa que funciona. Por eso atacan. Exarchia es quizá el ejemplo más claro de esto, pero hay muchos más: los ataques a los CSA (centros sociales autogestionados), a gente que está haciendo una labor que teóricamente corresponde a las instituciones y que por lo tanto gestionan los partidos políticos en el poder, como la FAGC (federación anarquista de Gran Canaria) o el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria, que buscan alojamiento para aquellos que no pueden conseguirlo. Estas y estos Señores y Señoras Cayo que hay repartidos por el mundo se han dado cuenta de que no necesitan a los partidos políticos para nada, que son capaces de hacer lo que haga falta por su propia cuenta. Ahora solo falta que los políticos hagan como el candidato de la novela y se den cuenta de que ellos son todo lo contrario a útiles. Pero supongo que eso es esperar mucho.