He estado últimamente leyendo mucho al respecto del cambio climático, la lucha contra este y los modelos de organización que serían necesarios para enfrentarlo y (lógicamente) todo se enfoca desde una perspectiva organizada en grandes grupos. Sin embargo, hace no mucho encontré un libro que, si bien habla de cómo la organización conjunta es un buen arma contra el capitalismo, las empresas y demás, sí me dió algo de esperanza en cuanto a la acción individual se refiere. El libro es How To Blow Up a Pipeline, de Andreas Malm. Disponible, por cierto y para quien tenga esto en cuenta, totalmente gratis en forma de libro electrónico por el propio autor y editorial completamente legal (al menos en inglés, que es como lo leí yo).
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Portada del libro |
La organización de estos individuos y grupos es infinitamente más sencilla, pudiendo impactar de forma quizá menos duradera pero más disruptiva. No les es posible, por ejemplo, cortar una carretera durante horas, pero sí pinchar las ruedas de unos cuantos coches o camiones. Además, permite una descentralización absoluta, más ahora con las redes sociales. Un simple post como este (no creo que este en concreto, pero bueno) o el libro del que hablo, puede inspirar a individuos a lo largo y ancho del mundo a acciones concretas y específicas sin que los autores jamás conozcamos a los que las llevan a cabo y viceversa. Otra gran ventaja es el sigilo y el secretismo: cuanta más gente organizando algo, más posibilidades de que alguien se lo cuente a quien no debe y cuantas más personas en un acto “ilegal”, más posibilidades de ser detectados. Y hoy en día, con la tecnología actual es posible hacer mucho daño siendo muy pocas personas, y ni siquiera hablo de bombas. Un ejemplo que da el libro es el de dos activistas que, ni cortas ni perezosas, perforaron un gasoducto con un soplete. Imaginad lo que podría hacer alguien con un poco de gasolina y menos escrúpulos a la hora de dañar infraestructura o propiedades. Y es que esa es una de las verdades del mundo: nada es tan resistente como parece y hacen falta muchas menos manos y empeño para destruir que para construir.
El daño que alguien con ganas puede hacer es enorme si se planifica de una forma medianamente racional, pero es que incluso el impacto menos importante que puede hacerse en el día a día por individuos no es para nada despreciable. Simplemente la propaganda ya hace, y eso lo puede hacer, más que menos, cualquiera con una conexión a internet y WhatsApp. Exponer y compartir unas determinadas ideas mediante el acto no es tampoco algo imposible para individuos aislados, aunque tengan después que delegar en organizaciones para actos más complejos y/o burocráticos.
La idea liberal de que no existe la sociedad como tal y en cambio lo que existe es una masa de individuos que actúan según sus propios intereses puede parecer simple e ignorar deliberadamente la importancia de lo social en el comportamiento, pero en el fondo es la conclusión lógica para cualquiera que piense que el libre albedrío existe, esto es, para cualquiera que no sea completamente determinista. Cada acto de cada individuo tiene su impacto, impacto que puede amplificarse mediante la organización si se desea, pero que no desaparece fuera de esta. Recuperar la intención y control sobre el acto político, más allá de organizaciones, es una tarea pendiente desde que se hizo evidente que la organización es capaz de abarcar proyectos mucho más grandes que el individuo. Y sí, claro que eso es así y ni siquiera me parece mal, pero considero que la libertad para andar el propio camino es importante, incluso cuando hablamos de intentar cambiar el mundo.