Hamás es un movimiento político, militar y religioso que aboga por una palestina árabe y lucha contra el estado de Israel. La parte del mundo que generalmente se conoce como “occidente” los considera una organización terrorista, mientras que la otra parte del mundo, generalmente, los considera un movimiento de liberación nacional. Como en la mayoría de los casos, considerarlos de los buenos o de los malos depende de las necesidades geopolíticas de cada país y no de lo que hagan o dejen de hacer.
Hamás está muy lejos de ser el tipo de movimiento que yo apoyo. De hecho, dos de sus bases son ideas que para mí no sólo son completamente ajenas, si no que son activamente repelentes: el nacionalismo y el islamismo. Sin embargo, ambas cosas son, puestas en su contexto, algo que puedo entender. La esperanza de cualquier pueblo del mundo es gobernarse a sí mismo, erigirse en nación propia y elevar sus costumbres al rango de ley. No lo comparto, pero lo entiendo como objetivo político. El islamismo lo comparto todavía menos, pero entiendo que gane tanta fuerza en una situación como esta. Porque la religión tiene una virtud, que es la de dar respuestas a todo. Es verdad que las respuestas dejan bastante que desear, pero cuando tienes preguntas y necesidades, te agarras a un clavo ardiendo.
Yo no he tocado un arma de fuego en mi vida y no doy un duro por lo que se conoce como España, pero la verdad es que no me cuesta entender el apoyo hacia Hamás y otros grupos guerrilleros que hay en la zona. Continuamente asediados por bombardeos, con acceso bastante limitado a artículos de primera necesidad, con la muerte de familiares y conocidos siendo prácticamente una constante, es normal que estos movimientos tengan tantos miembros.
Desde nuestro mundo en paz nos preguntamos por qué hacen esas cosas, cuando es evidente que van a salir peor parados por las represalias de lo que son capaces de dañar. La respuesta es la impotencia. Y es que hay pocas sensaciones en este mundo peores que la impotencia, así que es normal que la gente que la siente con tanta frecuencia busque cualquier medio para salir de ella, aunque ese sea un medio violento y que conlleve la muerte y el sufrimiento de otras personas. Por pura supervivencia es mejor sentir ira y venganza constantemente que impotencia. Así, la lucha se convierte en su propio fin y da algún sentido a una existencia a la que se lo han despojado.
Todos nos hemos sentido impotentes en algún momento, ya sea por enfrentarnos a situaciones de la vida que no tienen vuelta de hoja, como la muerte de alguien cercano o por enfrentarnos a alguna organización tan absurdamente amplia que nuestro impacto en ella es mínimo. Los palestinos se enfrentan continuamente a ambos tipos de impotencia y de hecho están íntimamente ligados en la mayor parte de los casos, ya que la muerte proviene de las acciones directas o indirectas de un estado. Un estado cuya misma supervivencia pasa, en buena medida, por el exterminio de los palestinos.
La impotencia mal regulada se convierte en ira, una ira ciega que acomete contra todo. Y supongo que es bastante difícil regular las emociones en mitad de un campo de concentración. Reconducir esa ira hacia algo concreto, que sabes que te está causando el daño, en este caso, no debe ser especialmente complicado. Y cuando aparecen grupos organizados que te ayudan a llevar esa ira a actos concretos para dañar a quien te daña y te hace sentir impotente, pues es lógico apoyarlos.
Yo no soy experto en psicología, ni en geopolítica, ni en nada. Lo que hago es intentar ponerme en la piel de los que están viviendo situaciones completamente salvajes e incomprensibles para mí e intentar entender por qué hacen lo que hacen. Y digo, ya desde aquí, que no me cuesta demasiado entender por qué se apoya en el terreno a Hamás y otros grupos similares. No digo que esté bien, ni que sea una estrategia con visos de ser eficaz a largo plazo, solo digo que si yo hubiese nacido y crecido en una zona del mundo asediada por un estado, no creo que hubiese dudado en alzarme en armas contra ese enemigo de tener la oportunidad.