Apología del sudor

Una de las cosas que me gusta hacer a veces es pensar en esas cosas marginales que ocurrirán en algún momento si hay una revolución político-económica o en su defecto colapsa el sistema de producción actual y tenemos que improvisar o establecer uno nuevo. Y una de esas cosas es la higiene, más concretamente la ducha o el baño. Y es que hace unos años, a todo hijo de vecino en edad escolar se le enseñaba a reciclar y reutilizar y, sobretodo, a ahorrar agua. Yo lo tengo ya incrustado en el ADN. Por supuesto que todo esto se nos decía sin tener en cuenta que la producción de bienes de consumo en masa y, principalmente, la ganadería intensiva gastan agua como para llenar un lago diariamente, pero, y aquí está la miga del asunto, cuando acabemos con esas cosas no podremos seguir manteniendo el nivel de consumo individual actual tampoco, porque aunque algo menos, también es una salvajada. 

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A nuestros jóvenes cerebros se les decía por activa y por pasiva que una ducha gasta unos cincuenta litros de agua y un baño unos doscientos de media. Bien, suponiendo que estos datos o al menos la relación entre ellos sea más o menos correcta, debemos descartar ya los baños. No es solo que consuman más agua, sino que consumen también la misma cantidad proporcional de energía para calentarla. Y es mucha energía: 
Partiendo de la fórmula: q = m · ce · ∆T, donde q= energía necesaria, m= masa del agua (200l=200.000gr), ce=1 cal/ºC y ∆T= 26º (de 12º de media del agua corriente a 38º de un baño caliente), conseguimos un resultado aproximado de 5.200 kilocalorías o unos 6 KwH. 

En términos energéticos es el equivalente a una persona normal haciendo una caminata durante 13 horas seguidas o diez horas de uso continuo de una batidora media. Para calcular cuánto cuesta una ducha, basta con sustituir el 200.000 por un 50.000, quedándonos unas 1.300 kcal o 1.5 KwH. 
Suponiendo un caso normal (hay que tener en cuenta dificultades de movilidad y problemas similares), la ducha es de lejos lo más ecológico. Sin embargo, ¿cuál debería ser la frecuencia? Desde luego a ducha diaria como muchos hacen ahora no. El gasto de agua y energía que supone ese modelo es solo asumible suponiendo que nos importa bastante poco lo que ocurra con el planeta. Suponiendo que sí queremos reducir nuestro impacto y simultáneamente mantenernos lo suficientemente limpios para evitar infecciones y enfermedades, yo juzgo que una vez por semana es suficiente, dos como muchísimo. Todo esto, claro, teniendo en cuenta que yo no soy dermatólogo y que mi opinión se basa en suposiciones personales.

Ahora, los problemas principales de esta propuesta son evidentes: no está ni cerca de lo que se supone como normal actualmente y no se encamina hacia un modelo que se supone más «civilizado». Y, la verdad, es poco probable que nadie prefiera oler mal que bien. Para apoyar mi propia propuesta podría divagar un rato sobre cómo lo considerado «normal» es producto de unas circunstancias y evolución sociales concretas, de cómo lo «civilizado» es una mentira que nos contamos a nosotros mismos o de cómo el olor a sudor es algo completamente natural que hemos convertido en algo insoportable porque todos queremos parecer ricos. Pero no lo voy a hacer. En su lugar voy a argumentar que esto que propongo no es simplemente porque a mí me parezca bien, sino porque en algún momento será necesario comenzar a plantearse este tipo de cosas. Y esta es una de las menos invasivas. No sé cómo aceptarán algunos el replantearse las vacaciones anuales a lugares lejanos, el cambio radical en la dieta o la absurda costumbre de utilizar los motores de combustión para todo. Los cambios son y serán inevitables y probablemente a mucho peor. Empezar por la higiene de uno mismo y de otros quizá no sea lo idóneo, pero es lo suficientemente íntimo como para demostrar que se requieren cambios en profundidad, lo suficientemente transgresor como para demostrar que debemos derribar la mayor parte de lo que hemos construido si queremos sobrevivir y lo suficientemente amplio como para requerir poner a una gran mayoría de acuerdo en ello. Pero, y esto es lo importante, es lo suficientemente ligero como para que pueda ser tenido en cuenta por un mundo agobiado por la falta de agua. 
Y qué coño, aunque el ecologismo y la supervivencia de algo parecido a una sociedad sean los motivos principales para proponer esto de la ducha semanal, soy lo suficientemente sincero conmigo mismo como para admitir que considero toda esta cultura de la limpieza extrema y la imagen perfecta una fachada superficial que usamos para escondernos a nosotros mismos y a nuestros defectos. Además, probablemente que todos dejásemos de preocuparnos de repente por algo tan natural y superfluo como es el sudor y el olor que este desprende es probable que nos ayudase a romper de una forma mucho más eficaz y rápida otro tipo de tonterías relacionadas con el aspecto como la pulcritud infinita, el ir peinado o el llevar ropa que conjunte. Igual es empezar la casa por el tejado, pero oye, sería un buen efecto secundario. Creo (y digo creo porque es todo de memoria) que fue George R.R. Martin el que dijo que alguien que huele a perfume lo hace porque tiene mucho que ocultar. Pues ya va siendo hora de dejar de ocultar tantas cosas y de empezar a ver la verdad que tenemos bajo los sobacos.