Así a lo tonto llevo ya un tiempo escribiendo en este blog,
concretamente desde el 17 de Enero de 2019. Durante ese tiempo he cambiado unas
cuantas veces mi intención a la hora de escribir, ya que esto empezó siendo un
blog sobre literatura para pasar después a ser un blog de opinión, para
intentar volver a ser un blog de literatura, para pasar a ser un blog de
opinión serio para finalmente acabar siendo lo que es ahora: un blog en el que
escribo lo que me apetece y como me apetece. También durante este tiempo he pasado
por muchos momentos distintos, que se han reflejado en las entradas del blog y
todo lo que las rodea, desde la frecuencia con la que las subo hasta los temas
de los que hablo y cómo y cuándo las comparto. Al fin y al cabo este es un
proyecto personal en el que nadie más que yo toma decisiones, así que
lógicamente todo lo que me afecte a mí, afecta al blog.
Una de esas cosas que me afecta a mí y que afecta de
sobremanera al blog es la autoexigencia, que en mi caso es un síntoma de la
ansiedad. Esta autoexigencia te pide que cada cosa que hagas la hagas perfecta,
porque si no va a ser un desastre. No te permite ver el término medio entre la
perfección y la catástrofe. Esto, como se puede suponer, exige una cantidad de
energía en el día a día que se hace completamente insoportable, por lo que a la
mayoría de los que sufrimos autoexigencia asociada a la ansiedad nos da por
elegir el lado de la catástrofe simplemente porque no tenemos fuerzas para
elegir el lado de la perfección. Así, en vez de repasar las cosas una docena de
veces para asegurarnos que no tienen ningún fallo, no las repasamos ninguna y
que sea lo que Dios quiera, pero al menos no malgastamos energía. Con esto hay
que aprender a vivir y trabajar en ello para reducirlo a unos niveles en los
que no afecte a tu vida, y para ello a mí me ha ayudado mucho este blog.
Quizá sea un poco extraño, pero este blog me ha servido como
vía de escape para cuando necesito repasar algo una docena de veces porque el
picazón de mi cerebro tiene que parar y para cuando necesito abandonarme a la
voluntad de Dios con algo. Así, algunas entradas están repasadas una y otra vez
y trabajadas mucho y otras están escritas del tirón y apenas sí corregidas. Y
lo mejor es que parece ser en lo que se refiere a respuesta de la gente que me
lee que no sabéis diferenciar cuál son unas y cuál las otras, porque me han
dicho que entradas que escribí durante una media hora a las dos de la mañana y
que subí por subir son muy buenas y a la vez entradas en las que he trabajado
cuatro o cinco horas a lo largo de dos o tres días han recibido las que menos
visitas de todas.
Y la verdad es que eso me aterra un poco, porque
probablemente significa que yo tampoco sé diferenciar un trabajo concienzudo de
uno hecho con prisas a no ser que sus diferencias resalten como un faro. Claro,
que también puede ser que los temas que elijo sean los que moldean la respuesta
de los lectores, porque puede ser (y ocurre) que temas que a mí me pareen
interesantes no lo sean en general y que temas que a mí me parecen menos
interesantes y de los que hablo por intentar cumplir una cuota de entradas
autoimpuesta llamen la atención a más gente. Un ejemplo claro de esto último
son mis entradas sobre la depresión. Esas las escribí porque estaba metido en
una depresión y mi psicóloga me dijo que tenía que retomar mis actividades
anteriores, pero como mi cerebro solo podía pensar en la depresión, pues
escribí sobre ellas. Hoy en día, unos cuantos meses después de aquello y con el
cerebro algo mejor, las leo y me parecen aburridas, sin embargo han sido las
entradas que mejor han funcionado desde que empecé el blog, lo cual no soy
capaz de entender en términos de lo que a mí me parece calidad de la escritura.