Bibliotecas: control y la idea de control

Las bibliotecas, aunque son públicas, requieren de ciertas medidas para que algunas personas no se aprovechen demasiado de algo que la mayoría disfruta cuanto mejor funcione. Mayormente por eso tienen arcos magnéticos en las salidas y es necesario que un trabajador desactive la alarma antes de poder llevarte lo que sea que quieras. Esto lo sé de primera mano, porque yo soy uno de esos trabajadores. Y voy a compartir un pequeño secreto del gremio: los sistemas antirrobo fallan y muchos de los documentos ni siquiera tienen puesta la tira magnética porque son muy caras. Y sin embargo, yo paso todos los documentos que presto por la máquina que los desmagnetiza, aunque muchas veces no sirve literalmente de nada.

La verdad sea dicha, no recuerdo que nadie me dijera directamente que lo hiciera, es más algo que hago por costumbre, facilitarme un poco el trabajo y vicios que he ido cogiendo. Pensar qué o qué no tengo que pasar por el imán me lleva más tiempo que simplemente pasarlo todo. Además, al pasar todo me aseguro que no quede sin pasar algo que sí tenga la tira magnética colocada. Y, sin embargo, no puedo dejar de fijarme en el efecto que tiene. Llama la atención. Es un movimiento algo extraño, que me hace inclinarme hacia un lado y utilizar una máquina que hace un sonido muy característico. Es difícil no verlo. El efecto que tiene se ve mejor en los niños, ya que estos son más comunicativos y tienen menos miedo a hacer preguntas, pero a los adultos les pasa tres cuartos de lo mismo. Las miradas de curiosidad y de descubrimiento no mienten. También se nota mucha diferencia entre los que entienden cómo funciona el sistema antirrobo y cuáles son sus consecuencias (los que vienen bastante a la biblioteca, generalmente) y los demás. Los falsos positivos son cosa de cada día y no tienen apenas repercusiones, pero ayudan a dar una idea de cómo es la reacción “institucional” (de los trabajadores) ante un aviso del sistema antirrobo.

 
File:Entrada de la biblioteca Manuel de Pedrolo.jpg - Wikimedia Commons
Arcos antirrobo en una biblioteca

Lo cierto es que el sistema antirrobo que utilizamos en la biblioteca es bastante deficiente y cualquiera con intenciones un poco cuestionables podría explotarlo para llevarse unas cuantas cosas. Pero, también es cierto que es un sistema que se percibe muy bien: las máquinas que quitan el imán hacen un ruido seco al funcionar, el arco emite un pitido agudo que nos pone en alerta, el proceso de préstamo se hace algo más tedioso por ello… Y esa es la intención. Los sistemas antirobo no funcionan porque eviten robos cuando se cometen, si esa fuera la preocupación tendríamos todos los documentos bajo llave y los prestaríamos así, si no que funcionan porque evitan la intención del robo. Al verlos funcionar continuamente, te planteas si vale la pena intentar siquiera robar. Es como esos carteles que tienen algunas tiendas que dicen que todos los robos se notificarán a la policía. Probablemente sea una amenaza vana, porque aun en el caso de que fuera cierto, no veo muy probable que la policía venga a hacer el papeleo porque un chaval ha robado dos chicles, pero ya te meten el miedo en el cuerpo de que existe una pequeña posibilidad de que sea cierto.

Los sistemas antirrobo funcionan como recordatorios de que si haces lo que no debes puede haber consecuencias negativas. Realmente son efectivos no porque sirvan para controlar, si no porque dan la sensación de que sirven para ello. Esto puede parecer un poco confuso, pero en el fondo es la misma idea del Panóptico (el que lo ve todo, en griego antiguo). Imagina una cárcel en forma de donut que en el centro del todo tenga una torre para los guardias, de forma que los guardias puedan vigilar todas las celdas a la vez pero los presos no sepan cuándo están siendo vigilados. La idea es que la misma amenaza de la vigilancia evitará que los presos se comporten como no deben porque en cualquier momento pueden ser castigados por ello. En la biblioteca ocurre algo parecido, pero como no metemos a la gente en la cárcel, es necesaria que esa vigilancia sea más evidente. La idea final es que quienes vengan no se sientan como ellos mismos, si no como usuarios dentro de un sistema, que sepan que están siendo controlados, aunque solo sea con un control menor. Que sepan que estar en la biblioteca es un privilegio que se les puede quitar en cualquier momento.

 

Diagrama del Panóptico

Y es posible y no demasiado complicado argumentar que un lugar en el que cualquiera tenga acceso a materiales físicos debe tener un control para que los listos de turno no se aprovechen demasiado. Y en buena parte lo considero cierto, creo que un control de quién tiene cada material es lógico y no estoy en desacuerdo con el funcionamiento del sistema de préstamos en general, pero también creo que las medidas antirrobo son excesivas, lastran demasiado el presupuesto y dan más problemas de los que resuelven. La intención, como ya he dicho, no es evitar los robos que se cometen, si no las ideas de cometer robos. Y creo que funciona en ambos sentidos. Probablemente quienes se dedican a diseñar y gestionar bibliotecas sientan una necesidad de poner sistemas antirrobo simplemente por tener la seguridad de pensar que al menos están haciendo algo y que si hay algún robo el problema no ha sido del modelo en su conjunto si no del sistema antirrobo de turno. La sensación de seguridad de quienes tienen bajo su responsabilidad miles de euros en materiales es también un factor a tener en cuenta, un factor que ralentiza e incluso desprecia las ideas de un cambio a un modelo en el que los robos ya no se den, no porque han sido evitados si no porque no sean necesarios.