Me gustaría escribir sobre lo que está pasando, pero estoy demasiado cansado. No tengo la fuerza emocional suficiente como para preocuparme de esto de la forma que me gustaría. Simplemente llevamos demasiados muertos seguidos a nuestras espaldas. Demasiadas masacres. Estoy cansando, muy cansando, de levantarme cada día y encontrar una terrible noticia tras otra, una muestra de brutalidad tras otra, una razón más para la misantropía tras otra. Siento, y puede que no sea el único, una sensación de alienación respecto a la especie humana. No consigo identificarme con esos seres que perpetran barbaridades sin que les quite el sueño. Algo no cuadra. No podemos ser iguales. O ellos o yo no somos humanos.
Los que vienen van a ser días, semanas, meses y años oscuros. Es probable que todas las barbaridades que estamos viendo solo vayan a más conforme la década avance. El sistema político internacional se sostiene por unas cuerdas que con el tiempo se han podrido y empiezan a deshilacharse. Cada vez es más evidente que la justicia internacional es solo para unos pocos. El sueño que fueron los derechos humanos está desapareciendo.
Se dice que vivimos en la época más pacífica de la historia de la humanidad, y puede que cuantitativamente sea cierto, pero los que lo dicen tienden a olvidar que las herramientas de matar que hemos desarrollado como especie son cada vez más sofisticadas y eficientes. Cualquier soldado de hoy en día es capaz de masacrar a cientos con su equipamiento estándar, y no digamos ya si nos vamos a armamento más sofisticado como tanques o sistemas de misiles.
La amenaza de una guerra nuclear es mínima. El miedo a que ocurra ha pasado, todos saben que son demasiado cobardes como para apretar el botón rojo y a la vez lo suficientemente valientes como para irse acercando al punto de no retorno poco a poco. Las matanzas indiscriminadas parecen haberse convertido en una táctica de guerra más, la población civil es un objetivo legítimo últimamente.
Es evidente que soy un pesimista, pero eso solo significa que cada día que pasa me siento más legitimado en mis ideas. Me imagino cómo podrán sentirse los optimistas. Pero hay veces que tener razón no es suficiente. Hay veces que desearías equivocarte con toda tu alma.