La literatura tiene muchas utilidades y la mayoría de ellas muy útiles. Sirve para casi todo, desde para llevar la cuenta de cosas que ocurren hasta para pasar un buen rato. Hay escritos y escritores de todos los temas y géneros que uno pueda imaginarse que le resultan interesantes al menos a dos personas. Hasta la llegada de la informática de masas es posible considerar el pintarrajear símbolos en hojas de papel como el invento más relevante de la historia (y después también, la verdad). Es literalmente la base de la historia y la base de las civilizaciones complejas. Y desde hace mucho, muchísimo tiempo es un medio para contar historias como cualquier otro. Estamos hablando de hace al menos 4.000 años.
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Fragmento de la epopeya de Gilgamesh |
Y claro, un medio que sirve para hablar de todo también sirve para que cualquiera hable de todo (al menos mientras sepa escribir). Así surgen los formatos y géneros de crítica. Es posible escribir en un papel tu opinión sobre algo que mientras lo hagas con palabras bonitas va a parecer que más allá de tu opinión es algo serio que merece ser tenido en cuenta. Y claro, todo el que se cree medio listo ya tiene que dar su opinión de algo, y ha sido un género muy cultivado durante literalmente siglos. Los filósofos griegos publicaban obras metiéndose con las cosas que otros habían dicho, por ejemplo. Los monjes cristianos publicaron comentarios de pasajes de la biblia y de interpretaciones de otros textos religiosos. Algunos de los textos filosóficos más influyentes de la historia se titulan crítica. Y con la posibilidad de la crítica viene el abuso del formato. Porque seamos sinceros, a quién no le gusta regodearse en público de que lo que ha dicho alguien que te cae mal es una estupidez. Algunos consiguen vivir toda su vida de eso y otros solo consiguen perder el tiempo publicando en internet, pero la satisfacción es similar. Y con la crítica hecha a mala leche vienen los enfados por la crítica. Porque sí, a todo el mundo le parece bien una crítica constructiva cuando se lo preguntas, pero nadie deja claro cuál es el límite de una crítica constructiva. El caso es que el otro día estaba yo leyendo una biografía sobre Nietzsche y salió una cita bastante interesante para este tema, que dice así: “[…] la más pequeña creación es superior a todo un discurso sobre lo creado”. Dejando a un lado la ironía de incluir esta frase en un libro en el que estás hablando de lo que dice otra persona y la metaironía de incluir este fragmento en un artículo en el que estás hablando de lo que otra persona dice sobre un tercero, queda clara la opinión del señor del bigote: la crítica no tiene ningún valor comparada con el material que critica. Y yo, como señor que se dedica básicamente a criticar cosas, tengo que mostrarme en desacuerdo.
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Espero que se entienda por qué le llamo el bigotudo |
En primer lugar asumir que la crítica no es a su vez un material original es de ignorar una parte importante de su interés. Normalmente cuando alguien critica algo lo hace dando alternativas posibles o señalando problemas que hacen que ese algo tenga menos valor de lo que originalmente se suponía. Esto contribuye (o debería contribuir) a lograr una mejora de la fuente original introduciendo cambios que quizá el autor no vio en su momento. En segundo lugar, la crítica contribuye a la expansión de la fuente original e incluso al acercamiento de esta a otros públicos. Las críticas de películas, series, obras de teatro y similares que aparecen en los periódicos pueden convencerte de intentar disfrutar esa obra. En tercer lugar, la crítica puede llegar a superar al material original y convertirse en su propio ente separado y quizá más relevante. Supongamos por ejemplo la teoría de la evolución, que empezó como una crítica a las teorías del creacionismo bíblico y ha abierto enormemente muchos campos de estudio. Y finalmente, aunque ignorásemos todo esto, la crítica tiene el mismo valor intrínseco que cualquier otra obra, porque requiere cantidades de trabajo similares. En el fondo cualquier cosa que se escriba es una crítica a la realidad (usando el término crítica de forma muy amplia), porque nada surge por generación espontánea. Nadie tiene una idea absolutamente original, todo el mundo tiene bases a las que de una forma u otra crítica para construir su propio producto.
¿Era Nietzsche un gilipollas? A juzgar por esa frase sobre la crítica, probablemente. Pero no es el único. En general se ha considerado a la crítica como algo de segundas. La opinión del bigotudo está bastante extendida entre los círculos literarios, cuando si uno mira la historia de la literatura se puede ver que su avance consiste en la crítica de lo que ya existía una y otra y otra vez. Avanzar es darse contra un muro y encontrar la forma de rodearlo. Y para ello hay que conocer bien el muro, cuáles son sus problemas y por donde podríamos pasar. Y al que no le guste que le critiquen, que no haga nada.