Hablemos del suicidio IV: el derecho a la muerte

En la primera entrada de esta serie, esta, hablaba de cómo pensar en que siempre tenemos el suicidio como salida es una liberación y que debíamos pensar más en ello para apagar un poco los problemas que la vida nos trae. Hace de eso ya casi tres años y he pasado por mucho en ese tiempo: una pandemia, una guerra que amenaza al planeta, una depresión,… y, lo más relevante, ideaciones suicidas de verdad. Pero nada de eso me ha hecho cambiar de opinión. Y es que sigo pensando que el suicidio nos ofrece libertad.

En estos días en que la salud mental está en boca de todos los partidos políticos y que se lucha para disminuir la cantidad de suicidios, que en España están alrededor de 12 al día, yo sigo queriendo pensar en el suicidio como un acto capaz de liberarnos del sufrimiento. Debemos entender y diferenciar los dos tipos de suicidas que existen, así grosso modo. Por un lado están aquellos cuyo suicidio proviene de una desesperación ajena a sí mismos, causado por condiciones externas a ellos mismos para las cuales existe una solución pero que esta no se lleva a cabo, como en los casos de suicidas que lo hacen porque van a ser desahuciados; y aquellos suicidas que lo hacen por razones internas a ellos mismos, es decir, porque sufren condiciones que no tienen ninguna posible solución o porque simplemente así lo han decidido. Los primeros son en mi opinión, personas a las que se les puede salvar la vida si actuamos como sociedad, pero los segundos están más allá de toda salvación posible y prolongar su sufrimiento en este mundo no es algo de lo que estar orgulloso, por mucho que muchos lo vean así.

Al primer grupo de suicidas, que llamaré suicidas externos, podemos considerarlos víctimas de un sistema que deshecha a las personas que no le son útiles y que condena a muerte a aquellos que no encuentran su lugar en la maquinaria de producción. Tengo pocas dudas de que estos suicidas externos conforman la mayor parte de los suicidios que se dan actualmente en el mundo: personas que se suicidan porque ven como su vida se destruye aun habiendo una solución relativamente sencilla. Estos suicidios, repito, son a los que se puede intentar prevenir mediante políticas de vivienda, de seguridad social y demás. Si en vez de desahuciar, expropias la casa al banco y se la das a quien iban a echar como una VPO, se soluciona el problema. Si en vez de relegar a vivir de la caridad de los demás a algunas personas, estableces un sistema de reparto de comida y bienes de primera necesidad al que todo el mundo pueda acceder según lo necesite, se soluciona otro problema. En resumen, que estos suicidios son sistémicos y su solución pasa por derribar el sistema que los causa.

El segundo tipo de suicidios, sin embargo, a los que llamaré suicidios internos, y que creo que son una minoría, no tienen solución aparente. Ya sea porque todas las soluciones que tenemos a ese problema como sociedad se han aplicado y no han funcionado o porque simplemente no hay soluciones disponibles porque el suicidio parte de una decisión personal razonada, no hay nada que hacer. Son estos suicidios los que más polémica causan porque muchas veces sus casos se entremezclan con la eutanasia y con la lucha por una muerte digna. He hablado aquí en el blog del caso de María José Carrasco, que fue muy polémico en su momento, y ahora veo por redes como la gente está discutiendo el caso de Shanti de Corte gracias a una viñeta de Pictoline. Y es que la de la muerte digna y la eutanasia es una batalla que se va a librar en los próximos años, según crecen los problemas de enfermedades mentales y la concienciación sobre salud mental se va extendiendo, más y más gente se encuentra con el espinoso asunto de que quizá haya personas que deseen morir porque ya han visto todo lo que la vida podía ofrecerles y no les ha gustado. 

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La viñeta de Pictoline

Yo desde aquí rompo una lanza a favor de la muerte digna, la eutanasia y el derecho a la muerte, aunque no soy tan ingenuo como para no darme cuenta de que es un tema políticamente complicado, no ya porque éticamente tiene muchos recovecos, sino porque se podría aprovechar para cosas terribles. De ahí mi separación entre suicidas externos y suicidas internos, porque la muerte no puede ser la solución a un problema que tiene causas y soluciones económicas. Porque es cierto que la vida puede llegar a ser una mierda y que el derecho a la muerte es algo por lo que se debe luchar, pero cualquier vida, en cualquier situación, será siempre más importante que la economía.