Ideología: Entre la extrema derecha y el suicidio

Vuelvo al blog después de un parón largo para traeros un breve artículo de opinión. Esto es literalmente una opinión, pues no pretende basarse en nada en concreto y el contenido sale íntegramente de mi opinión personal. No intento sentar cátedra y estoy dispuesto y encantado de debatir lo aquí expuesto con cualquiera que quiera hacerlo.
Pues resulta que estaba yo
leyendo un poco sobre Cioran en Wikipedia porque me iba a leer uno de sus
libros y quería informarme un poco de por dónde iban los tiros y resulta que
este señor que odiaba profundamente la vida y la veía como un error era
simpatizante nazi y de grupos de la extrema derecha. Normalmente soy partidario
de la separación entre la ideología personal de un autor y la ideología de su
obra, aunque no soy tan ingenuo como para pensar que la primera no condiciona
la segunda, pero en este caso me resulta chocante como alguien cuyo pensamiento
se basa en que la vida es un error es capaz de considerar apoyar ideologías o
bien basadas en la superioridad de una raza o territorio o bien basadas en un
orden impuesto por individuos concretos. No me cabe en la cabeza tamaña
contradicción entre los postulados filosóficos y los postulados políticos del
mismo individuo.
El caso es que no es exactamente
de esto de lo que quiero hablar, ya que entiendo que las contradicciones en el
pensamiento responden a causas materiales de la época, pero me ha dado por
pensar en qué ocurrirá en el futuro con nuestro propio legado. Es improbable
que cualquiera desde el que escribe esto hasta los que lo leen dejemos un
legado tal que se estudie en universidades, colegios o institutos, pero si eso
ocurriera, ¿cómo nos aseguramos de apoyar una ideología que en el futuro no
quede denostada? El nazismo, por ejemplo, es una ideología teóricamente
inadmisible en cualquiera que quiera ser una figura pública actual, pero hubo
que pasar una guerra y un holocausto para que eso fuera así y todavía algunos
gilipollas ven en el nazismo la solución a sus problemas. Ciertos pensadores y
artistas están ineludiblemente asociados a la ideología que en su día
defendieron y eso condiciona el que sus ideas sean tenidas en cuenta por sí
mismas. Heidegger era pro nazi y Sartre pro soviético y eso lo van a tener en
cuenta los que quieran leerlos. Nadie se libra de la ideología, nadie es
completamente neutral y si mi pensamiento es de izquierdas tiraré por Sartre y
si mi pensamiento es de derechas tiraré por Heidegger. Yo no sé suficiente de
filosofía para poder dictar sentencia sobre cuál de los dos planteamientos es
mejor o está mejor sustentado, pero si tuviera que elegir uno con los ojos
cerrados tengo claro a quién elegiría por simple afinidad ideológica.
Esto me vuelve a llevar al punto
inicial, ¿cómo sabemos que aquello que defendemos hoy y que está en general
bien considerado no pasará dentro de cien años a considerarse por la mayoría
una abominación? La respuesta es sencilla, no podemos saberlo. Probablemente
las implicaciones para el futuro de aquello que pensamos hoy sean entre mínimas
y ninguna, pero de vez en cuando alguien se erige como el pensador dominante de
una época y esa misma persona tiene también una ideología. No se puede escapar
de la ideología, por lo que tenemos dos opciones, o al menos a mí no se me
ocurren más: intentar que influya lo menos posible en lo que hacemos o
jugárnoslo todo al futuro y abrazar lo que pensamos como una verdad absoluta
rezando para que así lo siga pareciendo en el futuro. Ambas opciones tienen sus
puntos negativos. La primera conduce a un alejamiento político, a la apatía
social que permite que los “malos” lo tengan más fácil para ganar (o los “buenos”
si tienes suerte), el caso es que tú como individuo no alcanzas tu mayor
posibilidad de influencia hacia uno u otro lado. Esta es la opción más normal,
la de aquél que interviene en política para votar de vez en cuando y para
quejarse de cosas sin proponer soluciones. La otra opción tiene como negativo
que conduce a una ideología acrítica y dogmática si no se hace con cuidado.
Abrazar tu propia ideología como la palabra de Dios sin haber hecho primero un
ejercicio de crítica puede llevarte a defender cosas absurdas y sin sentido. Este
es también el caso de aquellos militantes políticos que defienden a ultranza
una idea porque es “su” idea y no porque les parezca lo más conveniente para la
mayoría o siquiera para ellos mismos. Esta es la cuna del extremismo acrítico y
estúpido del que parece que no nos empeñamos en escarmentar, pero también es la
cuna de aquellos que serán recordados por defender una idea hasta las últimas
consecuencias y son considerados héroes. En este caso la diferencia entre ser
un héroe o un loco es tener suerte o no en aquellos que defiendes sin haberlo
pensado bien. Está también la opción de abrazar aquello que piensas después de
haberlo reflexionado y criticado, pero seamos serios, nadie tiene realmente
tiempo para eso.

En resumen, que tenemos que
elegir entre ser unos pusilánimes o defender aquello de lo que no estamos
realmente seguros rezando para tener razón en el futuro, y que aunque esto no
tenga mucha repercusión en la vida cotidiana de la gran mayoría más allá de
discutir un poco con el familiar o el amigo de turno, en el caso de aquellos
que son personajes públicos, que moldean y generan la cultura futura, es
peligroso. La producción cultural de nuestra sociedad, y probablemente de las
anteriores, va a la deriva, y eso explica en realidad muchas cosas.

Disclaimer: No sé qué ritmo de publicación tendrá este blog, no sé siquiera si publicaré más entradas ni de qué temática tratarán, pero si quieres leerme hablando de este tipo de cosas y diciendo muchas tonterías, mi twitter es @ipazio_blog