La Casa de Papel, la serie española más importante de la historia, probablemente. El éxito internacional de la ficción patria para televisión y plataformas similares (en este caso, Netflix). La serie que se hizo famosa por presentar ideas e ideales anarquistas como en un medio grande y que grita al aire un mensaje revolucionario e incendiario de libertad, de lucha contra los abusos de poder y etcétera etcétera. Pero no, aunque lo parezca y aunque lo quiera mucho muchísimo, La Casa de Papel no va de política. Y voy a intentar explicarlo sin demasiados spoilers.

Mi caso particular con esta serie es el siguiente. Yo no soy mucho de ver series, es algo que hago de vez en cuando pero que no me llama especialmente. Conocí la serie cuando empezó la gente a llorar por twitter porque utilizaba el Bella Ciao y se iba a hacer famosa por ello y nadie se acordaba de los partisanos y el capitalismo adueñándose de símbolos anticapitalistas y demás. A mí me parecía un caso claro de apropiación, pero no hace mucho vi a uno de sus guionistas y director de parte de ella (o algo así, esto no tengo muy claro cómo va) diciendo que no, que era al revés. Al revés significa que no es el caso del capitalismo adueñándose de algo anticapitalista (el mensaje, la canción,…) sino el anticapitalismo adueñándose de algo claramente capitalista (la televisión privada de ámbito nacional y posteriormente Netflix) para lanzar su mensaje. Así que decidí darle una oportunidad.
Y la verdad, la serie en sí misma no está mal. Al momento de escribir esto he visto las tres primeras temporadas al completo y me ha gustado (aunque la tercera temporada es mucho más insulsa que las dos primeras). Por recordar, las dos primeras temporadas van del atraco a un banco planeado por “El Profesor”, un misterioso señor con barbita que vive fuera del sistema y sueña con vengarse de él porque su padre murió durante un atraco que tuvo que hacer para pagarle el hospital cuando era pequeño. Reúne a un grupo de inadaptados, todos ellos con delitos y se meten en la Casa de la Moneda y Timbre a imprimir su propio dinero. La tercera temporada es una secuela a esto que ni va a hacer falta mencionar. Pero vamos, la premisa es más o menos la misma.
El caso, que esta serie destacaba sobre las demás, no por su calidad técnica (que hasta donde yo sé, también), sino por su mensaje. Un mensaje anticapitalista poco concreto y que tiene mucho más de venganza personal que de cualquier otra cosa. El mensaje está repartido a trocitos pequeños por diversos capítulos, hasta que “El Profesor” se ve en una ratonera y tiene que explicarse para quedar libre. El discurso más largo sobre política y sobre ideales que hay en la serie son escasos cinco minutos y mal hablados. En este tiempo “El Profesor” explica que las grandes fortunas tienen la culpa, que la UE imprime dinero de la nada para dárselo a los bancos y que los pobres se tienen que joder, básicamente. Es todo el mensaje que hay. También hay alguna perla que suelta Moscú (porque sí, los protagonistas tienen nombres de ciudades excepto “El Profesor”), un exminero que tuvo que salirse de la mina por problemas de salud y que no encontró otra salida que hacerse butronero para sobrevivir. Con este personaje aprovechan un poco para meter el mensaje obrerista, mencionando piquetes, huelgas, peleas con la policía,… Es, aparte del profesor, el único personaje con una carga política clara y definida. Porque sí, el resto vienen de vidas de mierda, de guerras y de crímenes para sobrevivir, pero nunca lo relacionan directamente con el sistema en sí mismo, sino con conceptos vagos y manidos como los de arriba, los poderosos y demás lindezas.
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De izquierda a derecha: Oslo, Helsinki, Tokio, Río, Berlín, Nairobi, El Profesor, Moscú y Denver |
Bueno, recapitulemos. El mensaje que da la serie es anticapitalista, sí. Anarquista ya no tanto porque en ningún momento se menciona nada relacionado con políticas o prácticas anarquistas más que cosas manidas como poner bombas. Bien, vale. Pero es que la serie no se centra en ese mensaje. Es más, usa y degrada ese mismo mensaje para convertirlo en una base romántica que de soporte al tema principal de la serie: las relaciones interpersonales (normalmente de pareja, aunque también de padre-hijo y de un concepto relativamente vago de familia y “los míos”). Este “anticapitalismo” sirve para crear personajes que están fuera de la ley, huyendo siempre, en el filo de la navaja y enfrentándose a la policía y las fuerzas del estado. Son, básicamente, los bandoleros de los que se hicieron canciones y películas (y series, como Curro Jiménez) pero adaptados al siglo XXI. Así el qué (el robo) y el por qué (las motivaciones anticapitalistas), sirven únicamente de soporte al quién y con quién (los personajes, sus líos de faldas y demás).
En mi opinión hay dos puntos claros en los que se ve esto. El primero es Berlín, el jefe de los atracadores. Berlín es un tipo frío, calculador, que no se deja llevar por las pasiones y que entra a robar (al menos es lo que sabemos al principio) por el dinero y por ningún otro motivo. Es tiránico, cruel, un hijo de puta y pone su honor sobre cualquier otra cosa. Trata a sus compañeros como piezas de las que deshacerse si no le hacen caso. Varias subtramas se deben a su forma de ser, y es, de lejos, el personaje más creíble y mejor escrito de todos. El mejor escrito es el personaje al que dejan completamente fuera del mensaje que quiere dar la serie. No le importa el sistema, el capitalismo ni las hostias, él quiere el dinero para vivir bien hasta que se muera y punto. Y funciona muy bien. En la tercera temporada se lo cargan un poco metiéndole una historia detrás totalmente innecesaria y gratuita. El segundo punto es el final de la segunda temporada (sin spoilers concretos, no preocuparse). El atraco funciona más o menos y varios personajes se van por ahí con sus milloncejos en el bolsillo, ¿y qué hacen? Nada. Absolutamente NADA. No utilizan el dinero para seguir luchando contra el sistema, no intentan hacer nada más en el plano político pese a que se han convertido en algo parecido a héroes, ni siquiera intentan ayudar a sus familias o amigos con el dinero. Se dedican a vivir la vida. Y perdóname que te diga pero ese no es un buen final si tu mensaje es en contra del capitalismo. Esa actitud es puro capitalismo, puro egoísmo. Y presentarlo como el final lógico y razonable no es dar el mensaje que dices que das.
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Cuando buscas el final de irse a vivir a la playa, es que algo falla en tu serie sobre derrotar al capitalismo |
La disculpa del guionista del que hablaba al principio para todas estas y muchas otras críticas es que al fin y al cabo es una producción de Netflix y que pueden llegar a donde pueden llegar con su mensaje sin que se lo echen para atrás. A mí no me convence. Bojack Horseman está en Netflix y presenta críticas más duras al capitalismo y eso que ni siquiera es uno de los supuestos temas centrales de la serie. Por poner un ejemplo. No poder dar todo el mensaje que quieres es una realidad, sí, pero está claro que el límite está mucho más allá de lo que nos quieres hacer creer. Y a mí no me vale. Tu mensaje falla porque es una excusa, no porque no te dejen. Tu mensaje falla porque tu serie no va de política. Tu serie va de follar, y por algún motivo has decidido meter política de por medio. Y claro, entre un polvo y un mitin, está claro lo que prefiere la gente.