Desde hace un par o tres de semanas me aparece en youtube un anuncio de Adobe en el que, teniendo un fondo de foto, utilizan la IA integrada (que es lo que quieren anunciar) para generar una foto de una «rana «. El anuncio es tan común que la forma que he tenido de encontrarlo para verlo entero para esta entrada ha sido simplemente usar youtube hasta que me ha salido de nuevo, y no es que me haya llevado demasiado.
Sabemos que la IA generativa, además de las muchas cuestiones morales y legales que levanta, necesita de un consumo muy elevado de recursos por tiempo de uso. Sabemos también que el cambio climático antropogénico y sus efectos se han ido acelerando acumulativamente con el progreso temporal y técnico del capitalismo y que el consumo de recursos asociado a la producción industrial ha destruido y sigue destruyendo incontables ecosistemas a lo largo y ancho del mundo. Sabemos incluso que los anfibios son algunos de los animales a los que la destrucción de ecosistemas afecta más profundamente, porque tiene una capacidad muy limitada para irse a otro sitio una vez su lugar original deja de tener las condiciones suficientes para mantenerse. Sabiendo todo esto, la ironía prácticamente se comenta sola.
El capitalismo hace mucho que abandonó el mundo real para dedicarse a vender cosas en otros mundos. Las necesidades físicas de las personas no son suficientes para garantizar el crecimiento continuo que necesita el castillo de naipes para no derrumbarse completamente y en cuanto fue posible pasar a algo menos tangible y (por tanto) más explotable aprovechó la posibilidad. No hablo de la venta de servicios de, por o en internet. Mucho antes ya se dedicaba el capitalismo a vender ideas absurdas asociadas a chucherías físicas, porque la idea de realidad del mundo previo a internet hacía complicado, si no imposible, vender algo que no fuera al menos en parte físico, pero desde luego la existencia de un mundo virtual y su progresiva ganancia de importancia ha ayudado a expandir nuevos mercados.
El mundo virtual, en lo que se refiere a publicidad al menos, se ha planteado durante casi toda su existencia como algo ajeno al mundo real. Algo mejor, más interesante, más interconectado, más rápido, más cómodo o lo que sea, pero diferente. La IA generativa y su avance ha hecho que sea posible vender el mundo virtual como algo capaz de imitar al mundo real hasta al punto en el que ambos son indistinguibles. Te vende que puedes generar situaciones «reales» a voluntad callando convenientemente que para producir esa imagen, por otro lado exactamente igual que otros millones ya generados por el programa o en los que se ha basado para generarla, tiene que acabar con la realidad.
Entendemos, por ejemplo, que a cosas como la Mona Lisa hay que protegerlas de una agresión externa cuyo único objetivo es crear reproducciones innecesarias, de peor calidad y que no valen más que para decir que se ha hecho. Proteger aquello que valoramos para que se pueda seguir disfrutando y valorando en el futuro, para que las generaciones que vienen después puedan experimentarlo más o menos de la misma forma que nos ha causado una impresión a nosotros. Incluso reconstruimos lo que se ha deteriorado para que al menos se pueda tener una experiencia similar a la original. La mitad de iglesias de los pueblos perdidos de Castilla se han reparado, reconstruido o restaurado y no por una cuestión turística, pues claramente no es una inversión económicamente viable. La idea es que esos edificios forman parte de nuestra identidad cultural, de lo que somos, y son importante para que los que vienen después lo sepan. Pedirle a la IA que haga una reconstrucción digital de la iglesia de tu pueblo mientras alimentas la central térmica que alimenta el generador que hace funcionar el ordenador que va a cumplir esas órdenes con el artesonado original del siglo XIII que tiene la iglesia de verdad no parece algo muy lógico e incluso la persona más transhumanista lo reconocería como una completa gilipollez (siempre que no tenga intereses económicos, en cuyo caso lo reconocerá como tal pero no lo dirá).
Otra cosa que hay que tener en cuenta con la basura que genera la IA es que, además de ser falsa, no es real. No presenta pruebas de una existencia, porque estas vienen de una cantidad de variables tal que es imposible replicar y simplemente las ignora. Ninguna rana generada por IA va a tener una verruga en el meñique de la mano derecha a no ser que se lo pidas expresamente, igual que ninguna iglesia generada por IA va a tener una piedra desportillada de cuando el Tio Juanillo intentó acercar la mula para que la bendijeran el día de San Antón y le metió una coz a la esquina. Ese tipo de cosas pasan fuera, muy fuera, de lo que es un número de variables que es razonable contabilizar. Esas imperfecciones le dan vida a las cosas, le dan identidad.
A mi no me gusta la Catedral de la Almudena de Madrid. Es más, la tengo mucho asco. Y es por algo parecido. En mi vida he visto muchas catedrales e iglesias y prácticamente todas duplicaban, triplicaban o cuadruplicaban la antigüedad de la madrileña. Y eso es mucho tiempo para que se tiznen las vigas, se mojen las paredes por inundaciones, se abran o cierren huecos en las paredes, la lluvia se coma las esculturas, nazcan, mueran y se entierren personas interesantes, se hagan renovaciones con mucho o poco presupuesto, sean lugares de referencia a determinados grupos políticos, sufran guerras y demás. Todo eso le da una identidad y un encanto a cada edificio, lo hace completamente distinto del resto. En el caso de la naturaleza, el paralelismo es con la variación genética y que mucha parte de la naturaleza se puede mover e interactuar activamente con otras cosas. Comparada con otras, la Almudena parece nueva, aséptica, sin identidad ninguna. Es la rana generada por IA de las catedrales.