No hay muchos libros que tengan una posición de culto tan prominente como El Señor de los Anillos y, por ello, no hay muchos libros que generen una respuesta tan emocional cuando se critican. Y yo lo sé, que llevo más de una década (desde que me lo leí) criticándolo en cuanto tengo una oportunidad. Hoy voy a poner por escrito mis críticas al libro, aunque no me lo he vuelto a leer para hacer esta entrada ni tengo intención de hacerlo.
Primero, y siguiendo la antigua tradición de empezar las críticas infundadas diciendo algo bueno para que no se note que lo haces porque odias la cosa a criticar, tengo que decir que hay muchas cosas buenas rodeando y relacionadas directamente con el libro El Señor de los Anillos. Por ejemplo, están las películas de Peter Jackson. Y la inspiración que le dio a mejores escritores para hacer sus propios mundos y escribir sus propias historias. Aunque también hay muchas cosas malas rodeando el libro El Señor delos Anillos de las que no se puede culpar directamente a Tolkien. Están, por ejemplo, los fans de El Señor de los Anillos, que puede que no sean siquiera el peor grupo de fans compuesto mayoritariamente por adultos que se comportan como adolescentes, pero son el segundo o tercero. Y también está la hipercapitalización de la literatura fantástica, que, se podría argumentar, empezó con El Señor de los Anillos y nos ha llevado al estado actual del asunto.

Yendo ya al libro, o, más concretamente, a mis recuerdos de la experiencia de leerlo, tengo que quejarme de dos cosas que están relacionadas entre sí. Primero, el terrible ritmo que tiene la novela y segundo, el estilo de escritura de Tolkien.
El mundo que presenta El Señor de los Anillos es relativamente básico y plano, políticamente aséptico y moralmente obvio, pero entiendo que cuando se escribió no había un El Señor de los Anillos en el que fijarse y sobre el que empezar a construir. Tolkien tenía las literaturas épicas anglosajonas y europeas para fijarse y construir, eso no es un secreto. El problema es que por su propia naturaleza las historias épicas son historias fragmentadas, pensadas para y utilizadas como partes separadas que cada cual puede modificar y ordenar a su gusto, moralizantes y sencillas de entender y recordar. No pueden tener demasiada profundidad ni giros demasiado complejos porque eso requiere construir una historia concreta y presentar un mundo complejo, y eso, a su vez, requiere tiempo.
Tolkien tiene ese tiempo, porque no estamos hablando de un libro corto, y si tenemos en cuenta todo lo demás que escribió para explicar el mundo, no creo que consigamos menos páginas que la Biblia. Lo que no tiene es la imaginación, el estilo ni el interés necesario para hacerlo. La literatura épica en la que se basa y que le encanta no tiene esas cosas y, aunque evidentemente las conoce porque ha leído más cosas que literatura épica medieval, sabe que una historia no las necesita para ser recordada. Y también sabe que momentos extraños que no parecen tener nada que ver con la historia sirven para ayudar a que sea recordada. O al menos es la única explicación que veo a la parte de Tom Bombadil.
Y una historia simple, moralizante, del bien contra el mal, no tiene que tener necesariamente nada de malo. Ese no es el problema para mi. El problema es que está mal contada. Es aburrida, se centra demasiado en partes innecesarias que podrían servir para desarrollar a los personajes pero que no lo hacen, introduce fragmentos de información que no solo nunca desarrolla, si no que están completamente desconectados de todo lo demás y aun así consigue tener una estructura relativamente monótona. El estilo de escritura tampoco ayuda. Es minucioso y recargado, es el estilo de un académico de principios siglo veinte, de uno que además es muy británico y muy aristócrata.

El Señor de los Anillos es una historia decente, que ocurre en un mundo suficientemente interesante y narrado de una forma horrible. Es una historia con un impacto histórico para su género y para la literatura en su conjunto completamente innegable, pero no es un buen libro. Es una historia que se puede adaptar para hacer una de las trilogías más importantes de la historia del cine. Es una historia que mejora cuando se le introducen elementos más “modernos”, que Tolkien seguramente ya conocía y podía haber incluido en su obra original, pero que no quiso.
Supongo que el resumen de mi postura es que El Señor de los Anillos no es una mala obra en su conjunto, pero es una mala novela. Y es una mala novela a la que no se le dice que es mala por todo lo que implica más allá de su calidad literaria. Esto no es una cosa que ocurra únicamente con la obra de Tolkien, pero es esta una obra tan fundamental de un género que (hasta hace poco al menos) ha atraído a gente que ha conseguido escapar un poco de su marginación social a base de encerrarse en unas obras que se alejaban de la ruta principal de la cultura. Personas que toman una crítica al Señor de los Anillos como una crítica a ellos mismo y al modo de vida que han tenido que construir por su cuenta y que prefieren que lo que les gusta a ellos les siga gustando solo a ellos por miedo a que otras ideas puedan desmerecer las suyas. Gatekeepers, que se les llama en los internetes.

Yo creo que el debate cultural, sobre obras concretas, sobre géneros concretos, sobre la cultura en su conjunto y todas las posibilidades entre medias es algo bastante interesante y que contribuye a mejorar la cultura y a hacer circular ideas por el zeitgeist que sirven a los creadores para hacer cosas nuevas e interesantes. Y también creo, que como en cualquier otro debate, hay líneas que no estamos dispuestos a cruzar y que consideramos ataques personales. Pero lo cierto es que ninguna crítica cultural es un ataque a la cultura, porque la crítica es en sí misma cultura. Mientras no se dificulte o impida el acceso a una obra, hablar mal de ella es bueno para la misma obra. Porque lo cierto es que sin la novela El Señor de los Anillos, que es una mala novela, nunca hubiera existido la trilogía cinematográfica El Señor de los Anillos, que aun a riesgo de caer en el cliché, son algunas de mis películas favoritas.