Pensemos en el suicidio I: una nueva perspectiva para la vida

En una de sus obras más famosas, si no la que más, Camus aseguraba en la primera línea que el suicidio es el único problema filosófico realmente importante. Razón no le falta. Como él mismo explica en el inicio de El Mito de Sísifo , lo primero que tiene que descubrir un filósofo es un buen motivo por el que evitar el suicidio en este mundo indiferente y sobredimensionado en el que no somos más que una mota de polvo consciente de su propia insignificancia. Tras mucho argumentar y desvariar, Camus acaba resolviendo esta cuestión con una respuesta algo insatisfactoria: debemos asumir y acoger el vacío del universo y de la vida y hacerlo nuestro, y, teniéndolo en mente, disfrutar igualmente de la vida. Que algo sea absurdo no implica que no pueda disfrutarse. 
Camus, uno de los filósofos más interesantes de la historia y uno de los más atractivos
Nietzsche argumenta que la misma idea del suicidio es lo que mantiene vivos durante más tiempo a los suicidas, la posibilidad de acabar con todo hace que se pueda soportar lo que tanto cuesta de soportar. El suicidio es un tema espinoso, y no sólo en filosofía, en la vida real, en el mundo, el suicidio es un problema grave. Durante bastante tiempo se ha seguido la doctrina del silencia argumentando que dar visibilidad al suicidio crearía una especie de efecto llamada, aumentando el número de suicidios a su vez. Ahora parece que esa tendencia se está revirtiendo y se aboga por dar visibilidad al suicidio, a sus causas, consecuencias y a las personas que o bien lo intentan o bien lo consiguen. 
Lo que está claro es que el suicidio es algo jodido, jodido para el que lo intenta, jodido para su entorno y jodido para la sociedad. Si alguien intenta suicidarse suele ser porque la sociedad en su conjunto le ha fallado hasta el término de no encontrar una alternativa. Es difícil comprenderlo sin haber estado en esa posición, pero el suicidio no es la alternativa cobarde ni la alternativa valiente, el suicidio es la única alternativa que le queda a los que lo intentan, o al menos la única que son capaces de ver. En una de las frases más brillantes de George R.R. Martin en su larguísima novela Canción de Hielo y Fuego, Tyrion, uno de los personajes más carismáticos, que no hay que olvidar es un enano deforme del que todos se burlan y al que buscan por regicidio por culpa de una venganza de su hermana, dice que ha contemplado la idea del suicidio, pero que no la ve con agrado porque es definitiva. Eso es lo que diferencia al suicidio de las demás alternativas, si lo consigues no hay más. La única opción del desesperado es quedarse definitivamente sin opciones. 
Hemingway es uno de esos suicidas de los que no se entiende demasiado los motivos
El suicidio es un tema espinoso, muy espinoso, y mentiría si dijera que no he contemplado la opción unas cuantas veces, así como mentiría si dijera que no me parece un ejercicio de perspectiva condenadamente interesante. Contemplar el fin de la propia vida por la propia mano te pone en un punto en el que rara vez se encuentra uno y sirve para apreciar los matices de la propia existencia de una forma mucho más clara, apartando lo superfluo y centrándose en lo importante. Heidegger decía que deberíamos pasar más tiempo en los cementerios para lograr entender lo efímero de la vida y la posibilidad de que esta se acabe, logrando así una nueva perspectiva de la misma. Este ejercicio que yo propongo es un poco lo mismo: piensa que en cualquier momento puedes acabar con tu propia vida, que siempre vas a tener el botón que elimina todos los problemas a la vez que elimina todo lo bueno de la vida. Con esa perspectiva se puede vivir de una forma muy distinta. 
Uno de mis cuadros favoritos, representando el suicidio de Séneca, por Manuel Domínguez Sánchez
Hay que empezar a desmitificar el suicidio. Este tabú no es más que una consecuencia lógica de una tradición del pensamiento cristiano, que pone la vida en lo más alto y que rechaza el suicidio como un pecado capital (si lo haces vas directamente al infierno sin pasar por la casilla de salida). Esto no siempre ha sido así. En muchas culturas el suicidio era algo relativamente extendido, bien para recuperar el honor de uno, como en el caso de los samurái, bien como una forma de morir que evita males mayores, como en Roma o Grecia, bien como una forma de adoración religiosa, como en Partia. Con esto quiero decir que la perspectiva actual sobre el suicidio es algo que está sesgado, no siempre ha sido así y no siempre tiene que seguir siendo así. Creo firmemente que debemos, como sociedad, dar todas las herramientas a una persona para que sea capaz de contemplar todas las demás alternativas, como también creo que debemos, como sociedad también, empezar a asumir el suicidio como algo que ocurre, seguirá ocurriendo y no es necesariamente idea de un loco. Uno puede tener muchos motivos para suicidarse, desde problemas mentales a la percepción de que la existencia o sus partes son irrelevantes y no compensan el sufrimiento que lleva la vida inherentemente unido. Pensar en el suicidio ayuda a poner la vida en perspectiva, por ejemplo, la propia idea del suicidio se pone en perspectiva y puedes verlo como una salida sencilla y rápida que te libra de alguna dificultad que no puedes o no quieres enfrentar. Pensemos en el suicidio, en el de los otros, pero sobretodo en el nuestro. Quizá así comencemos a comprender un poco mejor la vida.

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