No hay demasiados poetas por los que podría haber empezado, primero porque aunque me gusta leer poesía me cuesta hacer que resuene en mí y segundo porque lo lógico es empezar por las formas más sencillas de poesía. Tengo todo lo que estudié en el instituto al respecto bastante oxidado y he tenido que reconstruirlo poco a poco, pero a base de prueba y error y de leer bastante, he llegado a dos conclusiones:
- No me gusta la poesía en verso largo
- El romance es la mejor forma de escribir poesía o al menos de empezar a hacerlo
Creo que no cuesta encontrar en mi Romance del Raposo las influencias de Lorca, desde la temática (aunque la he adaptado un poco a algo que me es más conocido), la rima (es e-a asonante, igual que en el Romance de la Guardia Civil), algunas manías líricas e incluso algunas expresiones. He mezclado también en estos versos algo de Miguel Hernández, porque me gusta su forma de hacer poesía y porque la temática también le pega, e incluso he copiado cosas que me interesaban como expresiones completas. Y, seguramente, también haya otras muchas influencias que no sé identificar.
En cuanto al tema, como ya he dicho, es lorquiano: una tragedia rural. La historia es completamente inventada y quizá por eso peque un poco de sencillez. Los nombres que aparecen son nombres que me vinieron a la cabeza escribiendo el poema y en ningún caso representan personas reales, aunque su origen esté en ellas.
El resultado me agrada lo suficiente como para compartirlo públicamente, pese a que cada vez que lo leo veo en él defectos. Creo que cumple su objetivo de ser una copia-homenaje. Su longitud ha hecho que me sirviera de práctica intensiva sobre cómo escribir poesía, las cosas que me gustan y las que no, pero a la vez el proceso ha sido tan atropellado (lo escribí en una mañana) que no me siento particularmente apegado a él emocionalmente, con lo que me siento cómodo exponiéndolo al mundo.
Sin más, aquí está:
Romance del Raposo
Encontraron al Raposo
muerto en la carretera
la boca contra los cardos
salvajes de la cuneta.
Los ojos lloraban sangre
en una súplica ciega,
sangraba también el vientre
abierto por la herramienta
que usaron para dejarle
muerto sobre tierra yerma.
Ya vinieron los de verde
y acordonaron la escena.
Avisan a poca gente
pa no levantar sospechas,
porque saben bien que ha muerto
asesinado en la era:
que medió mano de humano
que no fue la primavera
que quien lo hizo lo hizo
con la cara descubierta
Están llorando al Raposo
su madre, hermano y parienta.
Entre ellos se consuelan
pero acentúa la pena
que no saben por qué ha muerto
no tienen clara la ofensa.
Solo saben que su sangre
descansa sobre las piedras
que con esfuerzo arrancaba
allanando así la tierra.
El Raposo ya está muerto
esa es cuestión de fuerza
a buscar a su verdugo
los del tricornio se aprestan.
Su familia les ayuda
pero está sola en la empresa,
el Raposo era querido
pero eso no abre puertas
ni labios ni corazones
de esta gente que es tan seca.
Pregunten a la Natalia
– les dice al fin una vieja-
que el Raposo y esa andaban
de novios y de pareja.
A Natalia por su parte
lo que la anciana dijera
poco más que poco menos
le parece una vergüenza,
que ella no fue del Raposo
más que amiga pasajera
Hablen con el de la Lauren
que ese si es buena pieza
– les vuelve a decir la anciana
tras su ventana de reja –
y si no con el alcalde
que ese tiene una escopeta.
No nos estará mintiendo
– responde la Benemérita.
Yo solo digo verdades
vaya usted y lo comprueba
Ya van los guardias civiles
a comprobar la leyenda
no sean al fin y al cabo
delirios de la viejera.
Por la plaza están pasando
cuando de la concurrencia
se presenta ante ellos
un hombre color canela
que les tira de la ropa
que se agarra a su pechera
Le maté porque quería
un trozo de mi parcela
Hoy un hombre no respira
por un puñado de arena.
Quien así habla es el hijo
mayor de la panadera
Amigo desde la infancia
de a quien la muerte sirviera
Su nombre ha de ser Rodrigo
por Sapo le conocieran.
¿Como lo hiciste maldito?
¿Como regaste la adelfa
con la sangre del Raposo
que era de tu misma cuerda?
Lo hice porque de hacerlo
el corazón me pidiera,
en un momento de rabia
le maté con la tijera.
Y sin mediar más palabra
salió corriendo, gacela
Lo encontraron a los días
colgando de una higuera.
Que no soportó su mente
el peso de lo que hiciera.
Entre gritos de asesino
le descolgaron de aquella
y no quiso su familia
que su apellido tuviera
porque ha manchado con sangre
sus manos y su cabeza.
Ambos subieron tumbados
por el camino que lleva
torcido al camposanto
a la sombra de la iglesia.
El Raposo acompañado
por comitiva longeva.
El Sapo por asesino
sin cura ni plañidera,
con una flor solitaria
posada sobre su oreja.
Quiso el destino que ambos
se enterraran a la vera
uno del otro mirando
siempre hacia la ladera.
Y así verdugo y muerto
encontraron en la tierra
lo que inició la disputa
y lo que acabó con ella.
Que traiga la sepultura
la paz que todos quisieran.